Es casi un arte perdido. Las grandes cadenas
radiodifusoras y las pequeñas radios emergentes han relegado este género
radiofónico casi al olvido.
La radio durante las primeras décadas del siglo
pasado fue el medio de entretenimiento y rey en los hogares. La programación
estaba constituida por eventos deportivos y noticiosos, programas de
aficionados al canto, poesía y alguno que
otro talento especial con sus respectivas menciones publicitarias.
Sin embargo, uno de los elementos que hizo de la radio el medio de comunicación por
antonomasia fue la producción y trasmisión de historias que se dramatizaban.
Acompañadas por efectos de sonido, música y actores, se combinaban en el estudio, un escenario capaz
de atrapar al escucha y volverlo
cómplice de secretos, amores y crímenes que día a día mantenían a la familia
unida a ese invento electrónico.
Estas historias eran relatadas en tiempo real, es
decir, que el oyente las escuchaba en el mismo momento en el que eran actuadas,
los efectos de sonido eran creados cuando el guión los marcaba y en el que la
imaginación de los responsables jugaba un papel trascendental para
crear el ambiente y el lugar donde se
desarrollaba la acción.
Horas de ensayo como cualquier puesta en escena, recaían sobre los actores que no deberían de fallar
durante la transmisión y que de hacerlo deberían de sortear con el arte de la
improvisación cualquier tropiezo para no perder el ritmo de la escena.
Su voz era el vehículo para que la gente sin ver sus rostros imaginara la
belleza de la mujer fatal, se enamorara del príncipe azul y odiara al monstruo
deforme que ponía en peligro al mundo entero.
A la llegada de la televisión este rey fue
perdiendo su imperio. El lenguaje visual, cuya cualidad de síntesis nos quitó la
capacidad de construir la curvas de la heroína,nos la presento de carne y
hueso, sacó de nuestra mente los colores
de un amanecer y los cambió por el decorado de una pintura enorme.
Al
cerrar los ojos y escucharlo por la
radio, cada uno de los escuchas diseñaba su propio escenario, un paisaje. La heroína diferente para cada publico, pasó a ser el
mismo para todos.
Si bien muchos de los artistas de los efectos de
sonido llevaron su trabajo al cine, en la televisión la capacidad de relacionar
lo visual directamente con la acción, dejó que tanto el espectador como el
productor no tuvieran un especial interés en los detalles sonoros relegando al
espectador a ser un simple consumidor de estereotipos e ideales visuales.
Este arte al pasar el tiempo se ha ido diluyendo y
vuelto como un pedazo de artesanía
difícil de encontrar, casi siempre
en festivales, muestras culturales y concursos, pero sin ser una
constante en la programación de las estaciones. Lo cual me parece completamente
irónico.
Si podemos recordar
la capacidad creativa y las herramientas que se tenían en la década de
los 20’s del siglo pasado y la contrastamos con lo que tenemos en la
actualidad, es risible pensar que se carezcan
de elementos para retomar y posicionar de nuevo el radioteatro como un producto
rentable.
Entonces, ¿a qué se debe la poca transmisión de
programas de esta índole?
Responder que es a compromisos comerciales por parte de las radiodifusoras se me hace
una salida simple. Creo que el problema está en la falta de creatividad de los
productores, en el egocentrismo de los locutores y su falta de creatividad en
una recurrente promoción del “periodista
y líder de opinión”.
Desgraciadamente en mi país, a falta de cultura por la
lectura por parte de oyente y del locutor, ha generado una pobreza de lenguaje, que al escudarse en formar parte de la
“banda”, ha legitimado el uso de un vocabulario tan limitado que sería imposible
compararlo con alguno de los actores de ese radioteatro perdido.
Los avances tecnológicos nos dan la oportunidad de producir y postproducir, cosa que era prácticamente imposible en
esos tiempos.
El escenario se montaba en el mismo instante en que empezaba
la transmisión.
En la actualidad, tenemos
librerías de sonido, samplers, sintetizadores, programas que nos permiten crear
y editar sonidos nuevos, tanto en tiempo real como en una postproducción ¿ cuál
es la limitante entonces para no crear nuevos productos?.
Dinero no lo creo. Las
empresas siempre apoyaran proyectos de calidad. Si funcionó hace casi noventa
años podría funcionar de nuevo, creo que es falta de creatividad y de ganas de
trabajar por parte de los encargados de producción y la comodidad que generan otro tipo de programas.
Desde nuestros lugares, creo que es tiempo de ser
propositivos y de presentar nuevas ideas, a los clientes, a los escuchas.
A
nosotros mismos como productores, ingenieros, músicos y publicistas, pues todos usamos el
sonido para jugar con las emociones, sueños y fantasías del oyente.
Raúl Beltrán desarrolla proyectos en Ad Libitum Estudio
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