miércoles, 24 de julio de 2013

Más allá del entrenamiento auditivo...




Mas allá del entrenamiento auditivo...

Por Raúl Beltrán

Una de las exigencias más difíciles del trabajo de audio producción, es acostumbrar a nuestro cerebro a discernir  la gran cantidad de sonidos con los cuales tenemos que trabajar.

Para la mayoría de ingenieros, el entrenamiento auditivo es como una sesión de  trabajo de balón para un futbolista.

Pero más allá del ejercicio de un profesional del sonido, creo que es importante  educarnos para escuchar mejor.

Nace el rey muere el rey.

En nuestros primeros meses de vida, nuestro oído es el rey, el ojo no es capaz de identificar por completo las figuras, las imágenes son borrosas y el pequeño se guía por las sombras o colores.

En estos primeros días, el sonido de la madre o del padre son los referentes principales del mundo del pequeño. A medida que este crece y sus otros sentidos se agudizan,  el mundo empieza a comprenderse de diferentes maneras y el oído se hace complemento de imágenes definidas de  caras reconocibles.

El sonido y la comunicación.

Siguiendo con los primeros años de vida,  el sonido será una parte importante en nuestro proceso de comunicación. Al principio, con el llanto y gritos podemos  hacernos notar, gracias a la capacidad de identificar y reproducir diferentes sonidos podemos generar nuestro lenguaje, es decir, aprender un idioma.

La edad temprana es donde radica la capacidad de un individuo de generar diferentes sonidos y el manejo de las cuerdas vocales, por esta razón es más difícil que un adulto  aprenda  la pronunciación correcta de otros idiomas.

Pero  esto requerirá de entrenar el oído y acostumbrarse a esos nuevos sonidos (palabras, frases), para usarlos y comunicarse. También sucede cuando pasamos mucho tiempo en cierta región aunque nuestro idioma sea el mismo terminamos adoptando el acento de la región o el ritmo de los habitantes sin darnos cuenta.

Una bola rugosa moviéndose  rápidamente.

El mundo del sonido nos permite percibir diferentes tipos de sensaciones, la mayoría de ellas nos remiten a la fuente que lo produce, es decir la textura que tiene el elemento sonoro.

Un paseo por la nieve tendrá una textura diferente al sonido del choque de las ramas  por el viento, en términos musicales, el parche de una tarola puede ser más rugoso que el de un tom   estos dos parches al ser tocados con las escobillas tendrán diferente textura.

El movimiento, es también una de las características que  nos aporta un buen entrenamiento auditivo, el sentido del oído tiene la capacidad de  codificar la posición de la fuente sonora, y sus variaciones en el espacio en el que se reproduce, si una fuente es fija, o si esta en movimiento  nuestro sentido podrá interpretar  el tamaño del recinto, las distancias entre diferentes elementos que suenan al mismo tiempo,  así como  la velocidad con la que esta fuente se está moviendo.

Si podemos interpretar estas variaciones de intensidad y tiempos de arribo,  podremos crear un paisaje sonoro, jugando con los diferentes planos y texturas que nos aporta esa información.

A medida que crecemos  esta cantidad de información se vuelve tan cotidiana que perdemos  la referencia de lo importante que es. En los primeros años de escuela,   a los niños se les enseña a hacer ruido para que conozcan las diferentes texturas; con el paso del tiempo nos vamos resignando a una educación en la que se aprende desde el silencio, desde el estar callado solo para escuchar a una persona delante de un  salón de clases.

Música para evadir o música para perderse.

A medida que la sociedad ha ido creciendo y evolucionando, la cantidad de información sonora en las ciudades se ha convertido en un problema, tenemos zonas consideradas como acústicamente  contaminadas, por el excesivo ruido  producido por la actividad el hombre.

Es evidente que en la vida cotidiana no podemos ir picando botones de mute para seleccionar los sonidos que queremos escuchar o queremos omitir, no querer escuchar el paso de los autobuses o  la alarma del auto. Lo que si podemos hacer es entrenar a nuestro cerebro para poner más atención al sonido que nosotros queremos, la conversación o la pieza musical que toca el radio.

Al igual que el sentido del olfato que después de cierto tiempo termina por acostumbrarse a un olor fétido o más bien tiende a ignorarlo, nuestro cerebro  puede dejar de poner atención a esos sonidos molestos.

Sin embargo más allá de educarnos a disfrutar de la gama de sonidos  y jugar con ellos tratando de identificarlos, el uso de los audífonos como parte de la abstracción del entorno se ha vuelto más común.
Tratamos de ver a  la música como el único sonido agradable,  la forma de escaparnos de los “ruidos” de la ciudad sin embargo ¿qué calidad de música estamos escuchando?, tal vez lo que a mí me parezca música  para otros será ruido. ¿Podemos identificar todos los sonidos que están dentro de una pieza musical, podemos definir cada instrumento dentro de esta?, porque no hacer el ejercicio de  salir a la calle  y   dentro de tanto ruido encontremos un sonido agradable.

Hace algunos días una amiga que sale a correr había terminado el ejercicio molesta por haber olvidado su ipod, si en lugar de pensar en el olvido se hubiera concentrado en lo que escucha a su alrededor descubriría  de nuevo lo que le parque tiene por ofrecerle.
La música no lo es todo, es parte importante; pero si por ella te pierdes del mundo,  carece de magia.

Conclusión.
Nuestro oído es un procesador de información infinita; si no lo ponemos a trabajar se volverá obsoleto.
La  cantidad de hechos sonoros   que somos capaces de interpretar como texturas, timbres, movimiento, ubicación, son un trabajo que está haciendo constantemente nuestro cerebro, pero podemos  pasar de un nivel  inconsciente a un nivel consiente si lo educamos a seleccionar las características de cada uno de los sonidos.

 Más allá de  buscar  el oído  absoluto, de entender  cuando falla un cantante en la afinación o encontrar el armónico que no nos gusta, o la frecuencia del feedback, el ingeniero de sonido debe de entrenar su oído para ser un cazador de recuerdos y suvenires sonoros.

Sin embargo  la educación auditiva no debe de ser  solo de los  ingenieros o músicos, todos deberíamos de considerar  educar a nuestro oído. De la misma forma que para nuestros músculos estén en forma, hacemos deporte, nuestros oídos necesitan un entrenamiento constante.


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