jueves, 21 de abril de 2016

La interminable espiral educativa fast track del Music Business...



Hace unos días se desató un escándalo en redes sociales, donde una de las escuelas más conocidas del medio musical, se vió envuelta en acusaciones directas, haciendo reaccionar a las más altas esferas de la producción en México.

G. Martell es una de las escuelas privadas, que ha enfocado su nicho de mercado en la música contemporánea ofreciendo cursos, talleres y un modelo extendido que denominan "carreras" en aprendizaje musical, producción, radio y otras alternativas vinculadas a la música.

No es la primera vez que este tipo de modelo educativo se ha envuelto en problemas de tipo académico, puesto que escuelas como Fermatta, que en su momento nació como alternativa a G. Martell, también ha quedado expuesta por alumnos y maestros que han cruzado sus aulas.

¿Pero que sostiene a estos modelos que ya se extendieron al TEC de Monterrey y Centros Educativos alternativos?

Un negocio es un negocio

Aunque las críticas hacia los sistemas educativos y modelo de negocio de las Escuelas Privadas enfocadas al aprendizaje musical están cimentados en objetivos académicos,  se vuelve más evidente la ceguera para evaluar las necesidades de este campo por parte de la Secretaría de Educación Pública.

Aquí cabe mencionar, que las instituciones encargadas de administrar los talentos musicales, tienden a hacer permanentes los criterios para evaluar a un aspirante musical, basados simplemente en su talento artístico, proveniente de la cuna y no realmente sobre las necesidades actuales del Music Business.

Tampoco entremos en debates, porque para el músico "el arte no se vende" y es importante entender que para el Music Business "el arte tampoco se vende".

El Music Business se centra en las actividades artísticas y no en el arte como tal. Estas escuelas, responden a la necesidad abierta de recintos que enseñen la música comercial sin entrar al terreno de la música clásica y la exigente formación que esta requiere.

En pocas palabras, su nicho de mercado es para niños, jóvenes y adultos, que no quieren una formación integral, o en su caso, aquellos que no pudieron ingresar a las instituciones públicas debido a los altos niveles de control estético, artístico y en algunos casos a los exagerados requisitos de ciertos instrumentos, (percusión clásica por ejemplo).

De ese tamaño es el mercado que han decidido abarcar y que arroja buenos dividendos.

¿Entonces donde está la confusión?

Varias realidades confluyen para generar la oportunidad que estos modelos explotan directamente como oportunidades.
La identidad musical como estrategia de Marketing, es la constante en cada una de las propuestas educativas en el ramo comercial. Vende mucho más una imagen cercana a Alan Parsons, Dave Weckl, Metallica, Steve Vai, Joe Satriani, John Patitucci, Maddonna, Beyoncé, Nicki Minaj para el adolescente que tiene la intención de aprender y desarrollar una carrera musical. 

Para el cliente de estas escuelas, no es prioridad aprender sobre economía, micro economía, macro economía, índices de consumo, mercado digital, población económicamente activa, PIB, paridad peso-dólar, infraestructura cultural, infoestructura cultural (generalmente no lo es tampoco para el músico clásico)

Aunque existe en la mayoría una vocación por la música, es irresistible el fast track de la fama y la fortuna, les impulsa a delegar la responsabilidad económica al Manager, representante musical y en algunos casos a sus padres.

Para ellos, cada oportunidad cercana a una disquera, promotora, productor o artista reconocido, significa integrarse a una élite exitosa del Music Business. Pero en realidad está por demás decir que los planes de estos centros educativos, no coinciden en tiempo y forma con los cambios, ritmos, diversificación y estabilización del mercado actual.

Otro elemento que ayuda, es la ausencia de referentes significativos independientes sobre cultura musical y poner bajo un telón las necesidades reales del músico como emprendedor y empresario cultural. 

Las ideologías y filosofías del artista proyectadas por los medios masivos sobre el negocio de la música, están muy lejos de las realidades económicas, culturales y empresariales del Music Business. Y peor aún, son totalmente lejanas de la realidad mexicana.

Uno de los argumentos clave para inscribirse a estas escuelas, es la percepción de acortar el camino a través de su educación. Si se pueden comprar peldaños, será siempre mejor que recorrer el largo camino de la práctica, el fogueo y las interminables lecciones de aprendizaje que la vida musical ofrece.  

Para algunos esto signfica un fraude educativo de altas proporciones, mismas que han generado las críticas y protestas de las que hablamos al inicio del post. Sin embargo, lo terrible del asunto es que estas prácticas no se limitan solamente al ámbito musical, sino que se encuentran presentes en la mayoría de las instituciones privadas en México y cuyo análisis merece un libro entero de reflexiones.

Aquí hablamos de posibles carreras artísticas con futuro, en las cuales se desconoce su verdadero impacto económico y social. Hablamos de familias que han invertido miles de pesos en la formación de un miembro confiando al 100% en el respaldo de una marca reconocida, pero que carece de certificación, validez y respaldo de conocimiento real sobre las disyuntivas del negocio de la música.

El Tec De Monterrey, pudiera ser una de las que ha tomado las riendas a un nivel más profesional, sin embargo, es difícil seguir el paso por el alto costo en colegiaturas, preservando las opciones de conocimiento en una élite preferencial. 

Conclusión

Las expectativas para aprender música en México, deberían responder a las realidades económicas existentes. 

La importancia de generar una Ley de Cultura integral, obligaría a otras instituciones gubernamentales, escuelas privadas y a la misma industria musical, a entrar en un diálogo que establezca parámetros económicos, profesionales, jurídicos y sociales con respecto al importante significado de ser músico en un país donde se condena y prefiere incluir en las listas de las carreras menos productivas actualmente.

Es importante revisar los conocimientos clave y extenderlos en proporción de la realidad a la que la industria mexicana se ajusta. Debe fomentar el desarrollo de una industria interna, buscando su propia identidad, recuperando públicos y creando proyectos alternativos más allá de caer en las manos de disqueras internacionales, compitiendo por nivel entre las opciones extranjeras y formando un criterio de autenticidad ante el mercado global.

Tal vez no nos gusten las formas educativas  que estas escuelas promueven, pero de una u otra forma, sin participar en el enfoque real del problema, somos partícipes de la causa que las motiva y preserva.

Rafa Mendoza produce para Ad Libitum
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