lunes, 8 de febrero de 2016

Patrocinios culturales: ¿Apoyamos al artista, al arte o la actividad cultural?



El objetivo de este artículo es ayudar a comprender el nivel tan complejo que significa interactuar en el medio cultural mexicano en nuestros días. 

Los patrocinios y apoyos culturales ofrecidos en México, gozan de una particularidad única en el mundo. No solamente son entregados bajo criterios bastante irracionales, sino que no reflejan para nada la realidad económica que intentan superar.

Las políticas en educación y comprensión social en materia de cultura, no colaboran mucho al desarrollo económico de las prácticas culturales en México.

Por un lado tenemos exceso de opciones "multiculturales" necesitadas de infraestructura económica para el desarrollo de sus actividades y por el otro una preferencia social por fomentar ciertos proyectos culturales de mayor o menor relevancia.

¿A quién debemos apoyar?

Esta respuesta será válida dependiendo quien la pronuncie. Para el artista, los patrocinios y apoyos culturales van más orientados a cultivarlos principalmente en su manutención, para que puedan crear productos culturales de gran calidad.

Para quien patrocina, significa una inversión de recursos que faciliten la generación de productos culturales en beneficio de una marca, producto, servicio o influencia social que contribuya a su posicionamiento.

En el caso de quien ofrece apoyos (sector público principalmente) se trata de poner al alcance de una localidad, segmento económico y/o social, oportunidades mínimas en productos culturales.

El gran problema de esta dinámica, es que difícilmente cada uno de ellos comprende su papel funcional dentro de una estructura económica basado en la economía cultural.

Apoyando al artista

La prioridad principal del artista, es mantenerse vivo, saludable y propicio para desarrollar actividades culturales que abonen los entornos sociales en que se desenvuelve. 

Un estímulo cultural no debería ser usado para alimentar al artista, sino para proveerle los materiales necesarios y costos oportunos para el desarrollo de su actividad.

Desafortunadamente, los pagos mensuales aprobados para este tipo de estímulos, no cubren las necesidades primordiales del artista, ni las necesidades primordiales en la generación de la actividad cultural. Algunos estímulos llegan al absurdo de ofrecer 500 pesos mensuales por concepto de viáticos y apoyo para fotocopias.

El desarrollo integral del artista, respaldado en un apoyo por parte de empresas e instituciones en áreas de salud, fiscales y equitativas permitiría generar actividades o productos culturales de mejor calidad, alcance e impacto económico y social.

El patrocinador desinteresado

Las empresas tienen una capacidad importante en la generación y apoyo de las actividades culturales. A cambio del dinero invertido, deben obtener una ganancia que permita potenciar los recursos humanos, económicos y comerciales para seguir apoyando proyectos.

Desafortunadamente, el artista difícilmente tiene una visión empresarial sobre sus actividades culturales y mucho menos comprende como ofrecer productos o servicios de primera necesidad para las empresas a partir de una vinculación cultural. 

En pocas palabras, venderle cultura a las empresas es inútil si no se hacen las investigaciones adecuadas sobre las necesidades y oportunidades del sector al que se trata de ofrecer proyectos culturales por patrocinio. Se trata más de una relación ganar-ganar que obtención de recursos para creación de arte.

Las instituciones culturales y sus apoyos insuficientes

De los tres, las instituciones culturales son las más difíciles de enderezar, primero porque sus políticas culturales siguen una línea de satisfacción masiva que dificulta crear objetivos alcanzables a corto, mediano y largo plazo.

Se administran los recursos de forma institucional para aplicaciones del orden cultural. Justificaciones de gastos y costos que son intangibles para las políticas públicas, convirtiéndolas en áreas difíciles de interpretar y regular.

Esta falta de regulación y comprensión de las actividades culturales, crea programas con enfoques de rendición de cuentas. Un ejemplo podría ser una licitación para la obtención de una tonelada de cemento, producto tangible, con valor comercial estable y necesario a muchos niveles de comprensión, contra una solicitud de 10 guitarras clásicas para iniciar un taller de música básica, donde se considera dinero perdido gracias a las políticas públicas y desconocimiento social del impacto inmediato de actividades culturales en localidades con conflictos sociales complejos.

Es por ello que los estímulos se centran en la creación de "cosas" más que en desarrollo potencial de proyectos culturales viables, sustentables y autogestionables. La gran diferencia entre uno y otro en términos económicos, es que una "cosa" puede costar unos 35 mil al año y un proyecto cultural sustentable por lo menos desde medio millón de pesos en su primer etapa.

Conclusión

Facilitar los procesos y enrutar a las 3 partes importantes en un equilibrio real (artista-empresa-instituciones) va a permitir generar procesos creativos rentables y de gran impacto profundo a nivel local, regional, estatal y nacional.

La mejor manera de conseguir este equilibrio, es enfocando los esfuerzos de todos ellos para comprender que las actividades culturales, requieren de un enfoque de empresa cultural para sobresalir en un mundo cada vez más complejo y con mayor necesidad de comunicación no solo verbal, sino económica, cultural, académica e institucional.


Rafael Mendoza reflexiona sobre empresas culturales en Ad Libitum
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