lunes, 7 de julio de 2014

Mexicanos en el Rock Am Ring: ¿Que nos hace falta?



Hace unos meses el polémico "Hell & Heaven Metal Fest", dejó claro que en México tenemos un problema triple para desarrollar eventos masivos.

En el post que escribimos sobre el caso (Hell & Heaven Metal Fest 2014: La manzana de la discordia), comentamos que existen las alternativas legales pero no las voluntades propias de cada parte. Organización, tolerancia y conocimiento de causa implica la organización de un festival masivo.

Hace unos días se llevó a cabo uno de los festivales musicales más grandes del mundo: Rock Am Ring.
Este evento aprovecha el espacio en 2 sedes con diversos escenarios que requieren una presición milimétrica de organización y soporte técnico, logística avanzada y seguridad de los 85,000 asistentes que cada día visitan el Festival.

Mexicanos en el Rock Am Ring

Maldita Vecindad, Molotov y Maná, son 3 bandas mexicanas que han tenido participacion en el Festival Rock Am Ring (1993 y 2003 las dos últimas). 

Revisando información para este post, encontré que José Luis Paredes "Pacho", baterista de Maldita Vecindad, escribió el libro "El rock mexicanoLos sonidos de la calle" (Editorial Pesebre; México,1992).

En el mismo, inserta una crónica de lo que Maldita Vecindad vivió en 1993 como banda en el Festival Rock Am Ring. 

Inserto parte del texto a modo de invitación a su lectura y reflexión:

En el verano nos invitaron a tocar en festivales masivos, fiestas inmensas, maravillosas; tenían varios escenarios al aire libre para conciertos simultáneos: Roskilde (Dinamarca), Sunstroke (Irlanda), Gárten (Suiza), entre otros. El contraste con los pequeños bares resultó extremo: eran enormes maquinarias que parecían conjugar la alternatividad con el show biz, si es que esto es posible.

 La producción semejaba una banda de ensamblado, cada grupo empezaba sin retrasos, justo cuando el segundero llegaba a la hora marcada en un reloj detrás del escenario. El festival de Rock am Ring en Alemania no tení­a espectáculos simultáneos, sino dos enormes escenarios contiguos que agilizaban los cambios de sets; mientras en uno tocaba un grupo, en el otro se hací­a la prueba de sonido del próximo. 

Los backstages eran impecables, su movimiento recordaba la base espacial de Encuentros Cercanos: trailers, restaurantes, bares, camerinos, áreas para prensa y zonas reservadas a los músicos, una tranquila hilera de campers con mesitas donde las bandas conviví­an o se sumí­an en su mutismo. 

Agotados, felices o acostumbrados por las giras, Hothouse Flowers, Sonic Youth, Belly, Hole, Leonard Cohen, Daniel Lanois, Madness, Radiohead, etcétera, bebí­an cerveza o charlaban antes de entrar al escenario.

Como recién llegados al circuito de los megaconciertos, nos sorprendí­amos de todo pero, por lo que í­bamos viendo, estar de gira era algo distinto y mucho más complejo al glamour que transmiten las revistas especializadas.

 Los circuitos de la megaindustria son como un gran mecanismo del cual algunos no saben escapar; largas esperas en aeropuertos y lobbies, eternos carreterazos en autobuses privados, comidas a deshoras, promociones, entrevistas, conciertos seguiditos en ciudades distantes, o dí­as libres de pronto, pero no en Parí­s o Londres, sino en pueblitos de nombre impronunciable, en algún punto intermedio entre el lugar donde tocaste al último y el siguiente, por aquello de la logí­stica, es decir, en medio de alguna ensoñadora campiña donde sólo hay graciosas florecitas, tractores y vacas pasmadas. 

En fin, para las bandas es imposible describirlo y arrogante o absurdo estar quejándose, así­ que no se habla mucho al respecto, sólo te preguntan cuánto llevas de gira y lo demás se sobreentiende. 

El lí­mite tolerable parecí­a ser de tres meses, según el baterista de Daniel Lanois, pero los de Faith no More rompí­an el récord de aquel verano: tenían más de un año rolando. "....

En el siguiente capítulo escribe como vive el espectador su experiencia en los festivales.


"Fuera del backstage, es decir, del otro lado del escenario, el absoluto desmadre; acaso un "paraí­so" de la tolerancia: puestos de comida, tatuajes, piercing, artesanías, discos, ropa, organizaciones como Amnistí­a Internacional o Greenpeace entre las más conocidas³, facilidades para acampar, letreros que avisaban "usa condón" o "no compres droga a desconocidos, puede estar adulterada", foros para espontáneos, espectáculos paralelos de todo tipo, jardín de niños, circo, cine al aire libre y una audiencia donde se mezclaban las familias más convencionales con las subculturas cofrádicas; según el paí­s, travelers, bikers, tribes, ravers, squaters, modern primitives, poshippies, punks, darks, hí­bridos, ecologistas, activistas, autónomos, estudiantes, homosexuales, en fin, el universo. 

Una fauna de todas las edades, generaciones culturales, disidencias colectivas o individuales, es decir, incluso aquellos que no disienten. ¿Todo eso logra la música? La música y el sol: poco a poco la ropa va desapareciendo y con ella las insignias de los distintos escuadrones subculturales; lo que queda es la sudorosa piel multicolor, los bizarros maquillajes corridos y el baile.

Último rasgo identificable de la identidad cofrádica: del eslam al bamboleo, la masa es enorme..."

Y cierra con una reflexión que llega a modo de conclusión para este blog:

"¿Qué son los festivales masivos del verano europeo? Vistos desde los arquetipos sesenteros de muchos de los crí­ticos de rock mexicanos, estos festivales no tendrán ni pies ni cabeza. ¡Cómo está eso de que la Coca cola patrocine a estas islas de la diversidad subcultural? ¿Desde cuándo coinciden la contracultura y la gran industria del espectáculo? Un tema extenso, pero de cualquier suerte los festivales nos deslumbraban desde la perspectiva intolerante que padecemos en México..."

Conclusión

Vive Latino, Corona Capital, Hell & Heaven... Todos responden a satisfacer una necesidad monopólica de control cultural y masivo. Rock Am Ring tiene elementos similares en su forma de comercializar, sin embargo, la experiencia y visión social sobre su mercado es la que ha conseguido eleve sus estándares a diferencia del mercado mexicano. En México existe la capacidad técnica y profesional para desarrollarlos, pero falta esta visión cultural sobre el mercado, la que otorga el criterio de comercialización de estos eventos.
Mucho camino por recorrer.

Rafael Mendoza produce en Ad Libitum 
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